jueves, 24 de octubre de 2013
“‘Hum(R)’ no mereció el final que tuvo”
Gracias a la colega Karina Micheletto por la nota para Página 12
lunes, 21 de octubre de 2013
Mona
Para febrero de 1983, cuando salió este libro de 556 páginas -un incunable que hoy cotiza 100 pesos en Mercado Libre-, Adelina Moncalvillo ya era Mona y había entrevistado para la revista Humor y en menos de cuatro años a Paulino Tato, María Elena Walsh, Jorge Romero Brest, Aída Bortnik, Pepe Soriano, Eladia Blázquez, Enrique Pinti , José Larralde, Isidoro Blaisten, Cecilia Rossetto, Ernesto Sábato, Martha Mercader, Carlos Carella, Joan Baez, Mario Vargas Llosa, Raúl Alfonsín, Italo Luder, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Adolfo Pérez Esquivel y Hebe Bonafini, entre tantos otros.
Eran entrevistas largas, que podían editarse hasta en ocho páginas, que ella preproducía con una investigación rigurosa en archivos de papel y la consulta entre los allegados al personaje. Las registraba con un enorme grabador Sony que sólo una vez falló en cerca de 600 charlas.
Y en aquel segundo mes del año en el que volvió la democracia, la revista Humor ya era masiva y los reportajes de Mona una sección clásica.
Había llegado en el otoño de 1979 luego de que el dibujante Cilencio la convenciera de que fuera a hablar con el Tano Cascioli porque sabía que Alicia Gallotti ya no colaboraba más con la publicación.
Mona le había propuesto a Cascioli rescatar las figuras prohibidas por la represión y la censura, pero él quería seguir con la cuota de frivolidad que llevaba Gallotti. Y aunque debutó con una entrevista al pintoresco árbitro de fútbol Guillermo Nimo, terminó por buscar a esas personalidades censuradas, la mayoría incluida en ese libro de reportajes.
Había nacido en 1947 en Curarú, un pueblo del lejano oeste bonaerense, más cerca de La Pampa que del puerto porteño y que el censo 2010 contó menos de 500 habitantes.
Estudió periodismo en la Universidad Nacional de La Plata donde la suerte le permitió tener de profesor "a alguien superior y maravillosa persona y profesional", Gregorio "Goyo" Selser, quien para 1971 trabajaba La Prensa y les pasó a los alumnos el dato de un concurso para la Municipalidad de Buenos Aires.
Mona lo ganó y se vino a la gran capital. Un año después entró a la agencia de noticias Télam. La llegada de los militares en 1976 le trajo una obligada renuncia y también la desaparición de un hermano.
"Para entrevistar a alguien, tenés que conocerlo muy bien", dice Mona, una máxima tal vez poco original, pero que no siempre se cumple.
"Un buen reportaje no es lo que se habla, es lo que se lee y hay una cierta diferencia en una charla y después en lo que lees", agrega.
Mona siente el sello indeleble de Humor en su curriculum. Se alejó a mediados de los 90, cuando la revista ya había iniciado el declive que la llevó a la quiebra en 1999, veinte años después de la fecha en que ella se animó a preguntar a los que nadie se atrevía.
Eran entrevistas largas, que podían editarse hasta en ocho páginas, que ella preproducía con una investigación rigurosa en archivos de papel y la consulta entre los allegados al personaje. Las registraba con un enorme grabador Sony que sólo una vez falló en cerca de 600 charlas.
Y en aquel segundo mes del año en el que volvió la democracia, la revista Humor ya era masiva y los reportajes de Mona una sección clásica.
Había llegado en el otoño de 1979 luego de que el dibujante Cilencio la convenciera de que fuera a hablar con el Tano Cascioli porque sabía que Alicia Gallotti ya no colaboraba más con la publicación.
Mona le había propuesto a Cascioli rescatar las figuras prohibidas por la represión y la censura, pero él quería seguir con la cuota de frivolidad que llevaba Gallotti. Y aunque debutó con una entrevista al pintoresco árbitro de fútbol Guillermo Nimo, terminó por buscar a esas personalidades censuradas, la mayoría incluida en ese libro de reportajes.
Había nacido en 1947 en Curarú, un pueblo del lejano oeste bonaerense, más cerca de La Pampa que del puerto porteño y que el censo 2010 contó menos de 500 habitantes.
Estudió periodismo en la Universidad Nacional de La Plata donde la suerte le permitió tener de profesor "a alguien superior y maravillosa persona y profesional", Gregorio "Goyo" Selser, quien para 1971 trabajaba La Prensa y les pasó a los alumnos el dato de un concurso para la Municipalidad de Buenos Aires.
Mona lo ganó y se vino a la gran capital. Un año después entró a la agencia de noticias Télam. La llegada de los militares en 1976 le trajo una obligada renuncia y también la desaparición de un hermano.
"Para entrevistar a alguien, tenés que conocerlo muy bien", dice Mona, una máxima tal vez poco original, pero que no siempre se cumple.
"Un buen reportaje no es lo que se habla, es lo que se lee y hay una cierta diferencia en una charla y después en lo que lees", agrega.
Mona siente el sello indeleble de Humor en su curriculum. Se alejó a mediados de los 90, cuando la revista ya había iniciado el declive que la llevó a la quiebra en 1999, veinte años después de la fecha en que ella se animó a preguntar a los que nadie se atrevía.
viernes, 18 de octubre de 2013
Maratón
Este viernes, cerca de la 1, hablé del libro dentro la columna de Martín Pérez en Diario del Futuro (lunes a viernes a la medianoche por Nacional Rock). El audio aquí.
Unas horas más tarde también me entrevistaron por radio, en la AM 890.
El diario Ambito Financiero publicó en el suplemento Viernes un extracto del capítulo 7 y también el sitio Terra le dio un espacio.
jueves, 17 de octubre de 2013
Historia de una foto
Diciembre de 1979, la revista Humor ya llevaba 18 meses en los kioscos, había dejado de ser mensual un año antes y tenía una frecuencia quincenal. Era un producto instalado. Consolidado. En las páginas ya se respiraba el aire de libertad que no existía en otros medios de comunicación, censurados y autocensurados. En la tapa de la primera quincena, el 24, aparecía por primera vez una caricatura del dictador Jorge Rafael Videla -y de una figura castrense-. Estaba en traje de baño sumergido en el mar y atacado por las pirañas de la importación. Hasta entonces el blanco predilecto de las críticas al gobierno había sido el ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz.
El número siguiente, último del año, y a modo de parodia a la producción clásica del semanario Gente de los personajes del año, el staff al mando de Cascioli decidió autohomenajearse y posó para la foto. Lo hicieron como una familia. En parte ya lo eran. La imagen, que se realizó en el estudio del fotógrafo Eduardo Grossman, tuvo algunas ausencias. La más llamativa es la de Tomás Sanz, quien deliberadamente llegó tarde para no aparecer. Pero también colaboradores habituales y prolíficos como Tabaré Gómez Laborde, Jaime Poniachik, y los que vivían fuera de Buenos Aires como Roberto Fontanarrosa, Crist, Peiró o Pablo Colazo.
Parados de izquierda a derecha están: Raúl Catón Bonato (que venía de protagonizar la "polémica del Holocausto"); Carlos Pérez Larrea; Tacho, Marcelo Lawry Lawryczenko, Hugo Paredero, Nora Grinberg (Bonis), Jorge Limura, Alfredo Grondona White, Alejandro Dolina, Blanco, Sergio Pérez Fernández, Ariel Turiansky, Rafael, Laura Porcel de Peralta, Miguel Rep Repiso y Jorge Meiji Meijidi con su hija mayor. Sentados en el centro Mona Moncalvillo, Cascioli, Gloria Guerrero, Aquiles Fabregat y Myriam Varela. En el piso, Luis Fati Scafati, Sergio Izquierdo Brown, Néstor Ibañez, Rupérez, Fabián Di Matteo y Eduardo Mileo. Por gentileza de Eduardo Grossman la imagen fue incluida en el libro y también en la contratapa.
El número siguiente, último del año, y a modo de parodia a la producción clásica del semanario Gente de los personajes del año, el staff al mando de Cascioli decidió autohomenajearse y posó para la foto. Lo hicieron como una familia. En parte ya lo eran. La imagen, que se realizó en el estudio del fotógrafo Eduardo Grossman, tuvo algunas ausencias. La más llamativa es la de Tomás Sanz, quien deliberadamente llegó tarde para no aparecer. Pero también colaboradores habituales y prolíficos como Tabaré Gómez Laborde, Jaime Poniachik, y los que vivían fuera de Buenos Aires como Roberto Fontanarrosa, Crist, Peiró o Pablo Colazo.
Parados de izquierda a derecha están: Raúl Catón Bonato (que venía de protagonizar la "polémica del Holocausto"); Carlos Pérez Larrea; Tacho, Marcelo Lawry Lawryczenko, Hugo Paredero, Nora Grinberg (Bonis), Jorge Limura, Alfredo Grondona White, Alejandro Dolina, Blanco, Sergio Pérez Fernández, Ariel Turiansky, Rafael, Laura Porcel de Peralta, Miguel Rep Repiso y Jorge Meiji Meijidi con su hija mayor. Sentados en el centro Mona Moncalvillo, Cascioli, Gloria Guerrero, Aquiles Fabregat y Myriam Varela. En el piso, Luis Fati Scafati, Sergio Izquierdo Brown, Néstor Ibañez, Rupérez, Fabián Di Matteo y Eduardo Mileo. Por gentileza de Eduardo Grossman la imagen fue incluida en el libro y también en la contratapa.
martes, 15 de octubre de 2013
77
Un día como hoy, pero de 1936, nacía Andrés Luis Cascioli, en la zona sur del Gran Buenos Aires, con mayor precisión en Sarandí, partido de Avellaneda, primogenito de dos inmigrantes italianos. Pero octubre registra otros hitos en la vida del Tano: el 19 de octubre de 1999 llegó por última vez al kiosco la revista Humor.
Aquí, el sitio oficial del dibujante.
Aquí, el sitio oficial del dibujante.
sábado, 12 de octubre de 2013
La tapa
En las notas de promoción del libro una pregunta surge con frecuencia: "¿cuál es tu tapa preferida?"
¡Pero justo ese tema no lo había preparado!
La primera vez que me lo plantearon recordé de inmediato una que no sé si la escogería entre los 566 números que se editaron de Humor, pero que me parece importante porque es la demostración cabal de la concepción que Andrés Cascioli le daba a la portada.
Esa portada cuya responsabilidad en los 21 años de la publicación Cascioli alternó con Sergio Izquierdo Brown, Oscar Fernández, Carlos Nine y Luis Gaspardo, en los 90.
Que debe ser de lo más recordado por los lectores y que era el gancho ideal para colgar en los kioscos porque él la había pensado en sus orígenes en base a ideas de la publicidad ya experimentadas en Satiricón y Chaupinela: fondo blanco para diferenciarse de la competencia en la parada y una imagen que resuma el contenido, la impronta de la edición.
La preferida o la que más recuerdo por esos contenidos es una de diciembre del 81, el número 73.
La gestión del dictador Roberto Viola languidecía, pero también el llamado Proceso de Reorganización Nacional, al tiempo que crecía el reclamo de un retorno a la democracia. Allí está en la tapa un barco llamado El Proceso que se hunde sin remedio y a cuya proa a tratan de aferrarse civiles, como Guillermo Klein y José Martínez de Hoz, y represores como Jorge Videla y Albano Harguindeguy.
A la derecha se ve un bote salvavidas en el que rema sonriente el almirante Emilio Massera y una emocionada Mirtha Legrand que saluda con un pañuelo.
Según el IVC, la revista ya vendía más de 130 mil ejemplares por quincena en esa carrera ascendente que tuvo su pico de ventas en el tórrido verano del 83.
¡Pero justo ese tema no lo había preparado!
La primera vez que me lo plantearon recordé de inmediato una que no sé si la escogería entre los 566 números que se editaron de Humor, pero que me parece importante porque es la demostración cabal de la concepción que Andrés Cascioli le daba a la portada.
Esa portada cuya responsabilidad en los 21 años de la publicación Cascioli alternó con Sergio Izquierdo Brown, Oscar Fernández, Carlos Nine y Luis Gaspardo, en los 90.
Que debe ser de lo más recordado por los lectores y que era el gancho ideal para colgar en los kioscos porque él la había pensado en sus orígenes en base a ideas de la publicidad ya experimentadas en Satiricón y Chaupinela: fondo blanco para diferenciarse de la competencia en la parada y una imagen que resuma el contenido, la impronta de la edición.
La preferida o la que más recuerdo por esos contenidos es una de diciembre del 81, el número 73.
La gestión del dictador Roberto Viola languidecía, pero también el llamado Proceso de Reorganización Nacional, al tiempo que crecía el reclamo de un retorno a la democracia. Allí está en la tapa un barco llamado El Proceso que se hunde sin remedio y a cuya proa a tratan de aferrarse civiles, como Guillermo Klein y José Martínez de Hoz, y represores como Jorge Videla y Albano Harguindeguy.
A la derecha se ve un bote salvavidas en el que rema sonriente el almirante Emilio Massera y una emocionada Mirtha Legrand que saluda con un pañuelo.
Según el IVC, la revista ya vendía más de 130 mil ejemplares por quincena en esa carrera ascendente que tuvo su pico de ventas en el tórrido verano del 83.
lunes, 7 de octubre de 2013
En la montaña rusa
Durante los 21 años que Humor llegó a los kioscos las ventas parecieron haber transitado los rieles inciertos de una montaña rusa.
El primer número de junio de 1978 arrancó en cerca de 22.000 por mes, de los cuales pocos volvieron como devolución. Para enero del año siguiente -cuando se hizo quincenal- la tirada comenzaría a crecer a un ritmo vertiginoso: en septiembre de 1980 era 120.000 ejemplares.
En el Instituto Verificador de Circulaciones, el ente que fiscaliza el movimiento de la prensa gráfica -de aquellas empresas que estén asociadas, claro-, el producto insignia de Ediciones de la Urraca la compra está registrada desde enero de 1981; con un promedio de 124.929 por edición, cifra que se mantuvo estable y terminó en diciembre en 132.972.
El ascenso sería más pronunciado en 1982 que trepó a 150.000 en el primer mes y en diciembre alcanzó 206.000.
En enero de 1983 fue el famoso pico de ventas cuando se produjo el secuestro del número 97, que pese a la confiscación y la reedición vendió cerca de 210.000 y el siguiente, con la tapa que ilustra este posteo, 313.100. Pero, aunque resulte paradójico, las ventas no siguieron en alza sino que comenzaron a bajar. El mes siguiente se fueron a 265.000, el otro a 235.410; 216.969 y luego oscilaron entre 170 y 190 mil. Ya nunca superarían los 200 mil y la tirada se desinflaría aún más para en abril de 1985 caer por debajo de los 100 mil con tendencia negativa. No sería tan dramático como una década más tarde, cuando deja el IVC con un promedio de 18.000 ejemplares de venta, casi los del principio.
Cinco años después la revista dejaría de llegar a los kioscos para siempre.
El primer número de junio de 1978 arrancó en cerca de 22.000 por mes, de los cuales pocos volvieron como devolución. Para enero del año siguiente -cuando se hizo quincenal- la tirada comenzaría a crecer a un ritmo vertiginoso: en septiembre de 1980 era 120.000 ejemplares.
En el Instituto Verificador de Circulaciones, el ente que fiscaliza el movimiento de la prensa gráfica -de aquellas empresas que estén asociadas, claro-, el producto insignia de Ediciones de la Urraca la compra está registrada desde enero de 1981; con un promedio de 124.929 por edición, cifra que se mantuvo estable y terminó en diciembre en 132.972.
El ascenso sería más pronunciado en 1982 que trepó a 150.000 en el primer mes y en diciembre alcanzó 206.000.
En enero de 1983 fue el famoso pico de ventas cuando se produjo el secuestro del número 97, que pese a la confiscación y la reedición vendió cerca de 210.000 y el siguiente, con la tapa que ilustra este posteo, 313.100. Pero, aunque resulte paradójico, las ventas no siguieron en alza sino que comenzaron a bajar. El mes siguiente se fueron a 265.000, el otro a 235.410; 216.969 y luego oscilaron entre 170 y 190 mil. Ya nunca superarían los 200 mil y la tirada se desinflaría aún más para en abril de 1985 caer por debajo de los 100 mil con tendencia negativa. No sería tan dramático como una década más tarde, cuando deja el IVC con un promedio de 18.000 ejemplares de venta, casi los del principio.
Cinco años después la revista dejaría de llegar a los kioscos para siempre.
sábado, 5 de octubre de 2013
Sucio Humor
Este sábado me entrevistaron por el libro en Sucio Pop, el programa de Nacional Rock que conducen Matías Castañeda y Tomas Balmaceda. El audio aquí.
martes, 1 de octubre de 2013
Aquí está, aquí llegó
Hoy me hicieron una nota en el programa de la tarde Fernando Bravo. Aquí el audio.
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