La revista Humor en general y Andrés Cascioli en particular solían despreciar lo masivo y lo popular del humor argentino.
Ya en Satiricón, el primer producto periodístico que el Tano realizó con Oskar Blotta entre 1972 y 1974, había un especial ensañamiento con figuras del espectáculo y la farándula, como Roberto Galán o la mismísima Mirtha Legrand, protagonista de varias caricaturas de Cascioli y no precisamente favorecida.
Ya instalada la dictadura de Videla y compañía, figuras como Galán, Legrand, Juan Carlos Altavista, Jorge Porcel, Gerardo Sofovich y el hoy fallecido Juan Carlos Calabró no tuvieron una actitud de resistencia que sí blandía Humor. Por el contrario, siguieron en la pantalla y los teatros como si nada y, en algunos casos, con bastante obsecuencia hacia los represores.
Una de las tapas en la que aparece Calabró es esta de marzo de 1982, el número 78, donde se puede resumir el espíritu editorial de la publicación de Ediciones de la Urraca hacia esas figuras de la farándula y el tipo de humor que realizaban.
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martes, 5 de noviembre de 2013
jueves, 31 de octubre de 2013
Treinta años después
No hubo número ni cobertura especial de la revista por el triunfo de Raúl Alfonsín aquel domingo 30 de octubre de 1983.
El resultado de las elecciones, sin embargo, puso a la publicación en una bisagra que se acentuaría más con la asunción del radical, la apertura democrática y el destape de la prensa.
La nave insignia de Ediciones de la Urraca y la Casa Rosada tuvieron desde el sábado 10 de diciembre una relación cambiante y sinuosa pero desde afuera era para muchos de simpatía y hasta oficialismo -no con el grado obsceno que muestran hoy algunos diarios y revistas-.
No ayudaron que ciertos colaboradores de Humor pasaran a asesorar con el gobierno como Pacho O'Donnell (sí, el mismo); Aída Bortnik y Luis Gregorich, por citar los más notorios.
En gran parte de esos casi seis años de mandato alfonsinista, esa tapa emblemática que había estado a cargo de Andrés Cascioli y Sergio Izquierdo Brown, comenzó a ser dibujada por Carlos Nine, de declarada simpatía peronista.
En esta imagen la renuncia de Gregorich -guionista de La República Perdida y luego miembro de Eudeba- publicada en el número 117 de la revista, un hecho inédito en la historia de la públicación -no hubo muchas más comunicaciones de alejamientos- y también en la prensa gráfica.
El resultado de las elecciones, sin embargo, puso a la publicación en una bisagra que se acentuaría más con la asunción del radical, la apertura democrática y el destape de la prensa.
La nave insignia de Ediciones de la Urraca y la Casa Rosada tuvieron desde el sábado 10 de diciembre una relación cambiante y sinuosa pero desde afuera era para muchos de simpatía y hasta oficialismo -no con el grado obsceno que muestran hoy algunos diarios y revistas-.
No ayudaron que ciertos colaboradores de Humor pasaran a asesorar con el gobierno como Pacho O'Donnell (sí, el mismo); Aída Bortnik y Luis Gregorich, por citar los más notorios.
En gran parte de esos casi seis años de mandato alfonsinista, esa tapa emblemática que había estado a cargo de Andrés Cascioli y Sergio Izquierdo Brown, comenzó a ser dibujada por Carlos Nine, de declarada simpatía peronista.
En esta imagen la renuncia de Gregorich -guionista de La República Perdida y luego miembro de Eudeba- publicada en el número 117 de la revista, un hecho inédito en la historia de la públicación -no hubo muchas más comunicaciones de alejamientos- y también en la prensa gráfica.
sábado, 12 de octubre de 2013
La tapa
En las notas de promoción del libro una pregunta surge con frecuencia: "¿cuál es tu tapa preferida?"
¡Pero justo ese tema no lo había preparado!
La primera vez que me lo plantearon recordé de inmediato una que no sé si la escogería entre los 566 números que se editaron de Humor, pero que me parece importante porque es la demostración cabal de la concepción que Andrés Cascioli le daba a la portada.
Esa portada cuya responsabilidad en los 21 años de la publicación Cascioli alternó con Sergio Izquierdo Brown, Oscar Fernández, Carlos Nine y Luis Gaspardo, en los 90.
Que debe ser de lo más recordado por los lectores y que era el gancho ideal para colgar en los kioscos porque él la había pensado en sus orígenes en base a ideas de la publicidad ya experimentadas en Satiricón y Chaupinela: fondo blanco para diferenciarse de la competencia en la parada y una imagen que resuma el contenido, la impronta de la edición.
La preferida o la que más recuerdo por esos contenidos es una de diciembre del 81, el número 73.
La gestión del dictador Roberto Viola languidecía, pero también el llamado Proceso de Reorganización Nacional, al tiempo que crecía el reclamo de un retorno a la democracia. Allí está en la tapa un barco llamado El Proceso que se hunde sin remedio y a cuya proa a tratan de aferrarse civiles, como Guillermo Klein y José Martínez de Hoz, y represores como Jorge Videla y Albano Harguindeguy.
A la derecha se ve un bote salvavidas en el que rema sonriente el almirante Emilio Massera y una emocionada Mirtha Legrand que saluda con un pañuelo.
Según el IVC, la revista ya vendía más de 130 mil ejemplares por quincena en esa carrera ascendente que tuvo su pico de ventas en el tórrido verano del 83.
¡Pero justo ese tema no lo había preparado!
La primera vez que me lo plantearon recordé de inmediato una que no sé si la escogería entre los 566 números que se editaron de Humor, pero que me parece importante porque es la demostración cabal de la concepción que Andrés Cascioli le daba a la portada.
Esa portada cuya responsabilidad en los 21 años de la publicación Cascioli alternó con Sergio Izquierdo Brown, Oscar Fernández, Carlos Nine y Luis Gaspardo, en los 90.
Que debe ser de lo más recordado por los lectores y que era el gancho ideal para colgar en los kioscos porque él la había pensado en sus orígenes en base a ideas de la publicidad ya experimentadas en Satiricón y Chaupinela: fondo blanco para diferenciarse de la competencia en la parada y una imagen que resuma el contenido, la impronta de la edición.
La preferida o la que más recuerdo por esos contenidos es una de diciembre del 81, el número 73.
La gestión del dictador Roberto Viola languidecía, pero también el llamado Proceso de Reorganización Nacional, al tiempo que crecía el reclamo de un retorno a la democracia. Allí está en la tapa un barco llamado El Proceso que se hunde sin remedio y a cuya proa a tratan de aferrarse civiles, como Guillermo Klein y José Martínez de Hoz, y represores como Jorge Videla y Albano Harguindeguy.
A la derecha se ve un bote salvavidas en el que rema sonriente el almirante Emilio Massera y una emocionada Mirtha Legrand que saluda con un pañuelo.
Según el IVC, la revista ya vendía más de 130 mil ejemplares por quincena en esa carrera ascendente que tuvo su pico de ventas en el tórrido verano del 83.
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