martes, 8 de abril de 2014

Anatomía de una investigación

El amigo y colega Roly Villani me comentó hace poco que de haberme entrevistado por mi libro de la revista Humor lo primero que me hubiese preguntado era como había sido la investigación. Es una gran pregunta que, sin embargo, nadie me hizo hasta ahora en las notas periodísticas que tuvo la salida del trabajo.
Responder ese interrogante, aunque tenga que develar errores y dificultades, podría saciar la curiosidad del amigo y tal vez guiar a futuras investigaciones de éste u otros temas.
Empiezo por mis errores. El más básico es sin duda el haber llevado la idea a las editoriales sin tener muy claro qué quería hacer. "Contar la historia de la revista Humor y porqué una revista que había soportado la dictadura se vino abajo en democracia", explicaba. "¿Por qué no una biografía de Andrés Cascioli?", me contrapropuso un editor. Haré las dos cosas, me envalentoné. En ese road show muchos me preguntaron si tenía algo escrito. Pero sólo había una vaga idea, una fantasía. Líneas, ni una.
Ahí cometí el segundo error: haber firmado un contrato con la editorial. Porque una vez que haces eso empieza a correr el plazo de entrega como la cuenta regresiva de una bomba. Por suerte, la editorial que se entusiasmó con la idea tuvo flexibilidad, pero no todas obran de la misma manera e incluso -según comentan amigos y conocidos- las más grandes son como firmarle un 08 al Diablo.
Un primer consejo entonces sería: de tener una idea, hay que desarrollarla, masticalarla, definirla e incluso comenzar a escribir, antes de ofertarla. Una vez que se encendió la mecha, sonaste.
El tercer error -también básico por cierto- es no haber planificado el trabajo. ¿Por dónde arrancar? ¿Revisar la colección antes o después de las entrevistas? ¿A quién consultar? Podía mirar otros ejemplos, pero no hay una tradición local o universal en historiar o revisar el trabajo periodístico, de manera que no hay bibliografía sobre publicaciones periódicas para "robar" ideas o estructuras. Claro, porque entonces creía que con una estructura todo sería más fácil. Error. Una investigación, tendría que saberlo ya, no es una meta, es una forma de buscar algo que no siempre se sabe qué es. Una estructura puede dar pautas, pero nunca acotar el trabajo.
La bibliografía sobre Humor se limita a la compilación de su director Andrés Cascioli (Musimundo 2005) sobre lo mejor de lo publicado durante la dictadura, en el que a modo de introducción hay un esbozo de historia que se detiene en el último año de gobierno militar; y se completa con dos libros que analizan el mismo período pero con una impronta de tesina sociológica, campo en el que hay otros trabajos no menos interesantes, pero todos académicos (no lo digo con desprecio, sino que carecen de carne humana o detalles periodísticos). Ninguno abordaba la génesis ni el camino que transitó a partir del regreso democrático.
Fuera de esta publicación, no hay muchos libros que recreen el funcionamiento de medios, salvo algunas buenas excepciones. El libro de Gabriela Esquivada sobre el diario de Montoneros sería uno, pero pone más énfasis en la cuestión política del medio, el país, el peronismo, etcétera, que el día a día, la rutina periodística. Otro ejemplo podría ser el de Gustavo González de la revista Noticias, pero es un compilado de historias alrededor de tapas y notas, más que una reconstrucción del surgimiento y el derrotero de la redacción. También están los de Jacobo Timerman, o de La Opinión, Crítica y Primera Plana, que tampoco se centran demasiado sobre el funcionamiento.
Mi objetivo era recrear la historia, el antes, durante, después, quiénes, cómo, por qué, dónde, etcétera. Estaba claro que debía consultar la colección completa de la revista y entrevistar a los protagonistas principales de la historia de la misma. Pero ¿en qué orden? ¿A quiénes? La revista Humor se editó durante 21 años -566 números en total- y trabajaron varias decenas de personas. Pero muchas de ellas murieron, otras colaboraron de manera frecuente y otras en alguna que otra época. ¿Cómo priorizarlas? ¿Cómo ordenarlas?
Sobre las revistas, aunque resulta increíble, no tengo ni un sólo ejemplar de Humor, de manera que dependía de las hemerotecas, donde hay horarios y normas que acotan mucho el trabajo. Por ejemplo, las de la Biblioteca Nacional y del Congreso cierran todo enero. Sí, todo enero. Y el resto del año tienen un horario de atención al público, al que debía ir en mis ratos libres de un trabajo full time y una familia. Ambas instituciones tienen empleados muy amables, pero la burocracia es tremenda. Por ejemplo en la Biblioteca Nacional te dan de a un tomo por vez; en la del Congreso, de a tres; pero ni en una ni en otra el cuidado de las colecciones es inmaculado -por culpa de los usuarios casi exclusivamente-, faltan ejemplares, están rotos, etcétera. En ninguna de las dependencias están las colecciones completas. Por suerte tuve la fortuna de que el amigo Christian Rémoli tenía muchos ejemplares y otros los aportó el amigo Guillermo Salmerón y hasta un lector histórico Carlos Zeppa que entrevisté para el libro.
Ahora sé que debería haber revisado toda la colección antes de empezar las entrevistas e incluso podría haber escrito el libro sin entrevistar a nadie porque la revista solía dar cuenta del funcionamiento interno y tenía un contrato de lectura con los lectores, con un ida y vuelta y una transparencia poco frecuente. El haberlo hecho me hubiese permitido tener una idea más clara de a quien entrevistar y qué historias subrayar, qué y a quién preguntar, etcétera. La mayoría de la gente no recuerda algunas cosas hasta que no se las mencionas o se la arrancás de la memoria con un dato o una imagen.
En mi defensa digo que hacer una investigación es lo más parecido a desenredar muchas madejas, no un ovillo ni una mamuska. Madejas que tienen mugre, nudos y un largo desconocido. Una vez que comenzas a indagar es como internarse en un laberinto de pistas, guiones, preguntas y dificultades que te tiran la planificación a la misma mierda. Un dato te lleva a otro o te hace perder tiempo porque a la larga es mínimo.
El paso del tiempo y la quiebra de la editorial dificultó encontrar muchos documentos y papeles que hubiesen dado un marco formal a ciertos dichos, pero si en las hemerotecas faltan revistas y diarios, imaginen lo que ocurre con el papelerío.
Un párrafo aparte merecen las desgrabaciones. ¿Cuándo desgrabar? ¿Cuándo terminaste todas, apenas la hiciste? Lo más rápido posible porque muchas veces quedan detalles y anotaciones mentales que es bueno dejar asentado y además el resultado de una puede disparar otras entrevistas.
Mi idea inicial era escribir la historia de la revista, pero también de sus hacedores y, en especial, de Andrés Cascioli, editor responsable y creador de muchos de los clásicos del periodismo gráfico más reciente. Sería un error contar la revista Humor sin descifrar el ADN y en este caso era meterse en la trayectoria de Cascioli y de Perdón, Chaupinela y Satiricón. Y sería un error no ir más allá del angelamiento había respecto de Humor y Cascioli.
Cascioli murió en 2009, con lo cual ya no tenía la posibilidad de entrevistarlo. Tal vez fue una suerte porque cuando comencé las indagaciones me encontré con muchas broncas. Supe de su carácter fuerte y ahora imagino que de estar vivo hubiese influido de manera clara en mi trabajo, a favor o en contra. Que ya no esté y aquellas asignaturas pendientes hacen que mucha gente no quiera hablar de él o se sienta limitada para hacerlo con el grabador encendido.
También comenzaron a surgir otros personajes desconocidos para mí. Y aquella lista de potenciales entrevistados comenzó a sufrir agregados, tachaduras y el eje del libro a variar.
Hoy creo que entrevisté gente de más y que algunos podría haberlos soslayado, ¿pero cómo saberlo hasta que no terminó la entrevista?
Una cuestión extra con la que me topé es que los dibujantes, verdaderos artistas, no son muy dados a hablar de otros colegas como Cascioli e incluso de su propio trabajo (es lo más parecido a pedirle a un artista que interprete su obra) y más si se trata de lo que hicieron hace más de 20 años. Muchos no quisieron hablar, otros lo hicieron por escrito o fueron muy parcos. Los periodistas, en cambio, fueron locuaces, pero cuando el grabador se apagaba.
Soy de la época en la que se enseñaba que el off the record era sólo una orientación para el periodista, no algo para publicar. El que quiera publicar un libro escandaloso de Humor, con chismes y puteríos, encontrará abundante material, pero no cuente más que con mi advertencia de que se ligará un juicio. En el libro hay algunas insinuaciones y un lector atento interpretará el resto.
Finalmente, ¿cuándo se da por terminada la investigación? ¿Cuánto dedicar a la investigación y cuánto a la escritura? Cada uno sabrá. La ventaja de tener un contrato firmado y una fecha de cierre/entrega, es que te plantea una meta, pero eso no implica que tengas los tiempos definidos. La investigación podría haber seguido porque quedan virutas siempre, pero había que ponerse a escribir y eso también requiere repasar y repasar el texto para que quede bien claro lo que investigaste, ordenar los datos, priorizarlos, jerarquizarlos, para consolidar el resultado final, que nunca será el que imaginabas y siempre tendrá imperfecciones y mejoras.
Tal vez todo esta parrafada no venda bien el libro, pero ahí están las críticas que sirven mejor a ese efecto. Por otro lado, con seis meses en la calle, recibí el aporte de algunas erratas que serán corregidas si hay una segunda edición, pero ninguna desmentida.