viernes, 23 de agosto de 2013

Nada se pierde, todo se transforma

Las frases que coronaban la cabeza de muchas de las páginas de Humor Registrado eran un clásico de la revista junto con los insufribles. Se trataba -en el primer caso- de comentarios irónicos de la coyuntura o de tópicos que circulaban en la redacción y alguien -por lo general Tomás Sanz o Aquiles Fabregat- compilaba para luego repartir en la edición. O también provenían de colaboradores externos, a los que se les encargaba o entregaban de manera espontánea como notas o chistes. El recurso no fue una invención de los hacedores de Humor. Ya se habían utilizado en Chaupinela, la revista que Andrés Cascioli editó en 1975 o en Satiricón, aquel producto de Cascioli y Oskar Blotta que revolucionó las revistas entre 1972 y 1976. El publicista, autor teatral y editor Carlos Marcucci -quien nunca trabajó con Cascioli- se adjudica ser el creador y asegura que los incluyó en unos libros sobre humor que editó antes de que Satiricón llegara a los kioscos. Los insufribles también comparten ADN con Chaupinela y Satiricón (donde se lo llamaba Estamos podridos de...), pero en el caso de Humor fue una sección más que emblemática. Podían ser temáticos (a veces se ensañaban con tacheros, colectiveros, motociclistas o comerciantes) o repetirse a lo largo de los años y a medida que crecía el público de la revista se amplió la mirada. Los lectores comenzaron a enviar insufribles con nombre y apellido y firmas recolectadas para escrachar un compañero de trabajo, la escuela o de la propia familia. Revisar los 566 números de Humor permite descubrir que muchos de los cabezales e insufribles mantienen una asombrosa vigencia, tal vez porque la realidad se repite o las costumbres no cambian. Incluso hoy son emparentadas con lo que suele leerse en Twitter y, por otro lado, son uno de los pocos puntos de contacto con la revista Barcelona. En este cuenta de Twitter se publicará una selección.

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